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domingo, 8 de junio de 2008

Y llovía

Era una tarde de mayo, estaba encerrado en mi cuarto mientras escuchaba la lluvia golpear contra mi ventana. No había nada interesante en la tele, y no tenia ganas de escribir. No quería salir, por que aunque quisiera no tenia dinero para salir a ningún lado.

Tome las llaves del carro y empecé a juguetear con ellas entre los dedos. Vi a través de la ventana a la gente correr y refugiarse de la lluvia. Estaba devastado por dentro, tanto días, meses y casi años, juntos se fueron por la borda en un simple soplido de adiós. Todavía podía sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su cabello, sentir sus pasos agitados a través del piso que compartíamos en la Calle Lane.

Tenía poco de haber regresado a mi casa de México, pero había cambiado tanto, que me llegó el remordimiento del viajero que se siente extranjero hasta en su propio hogar. No tenia mucho que hacer, ir de compras, cocinar, tal vez escribir una que otra línea, pero realmente no tenia ganas de nada. Cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza, era un recuerdo o un reproche para ella. Así fue como me di cuenta de que realmente el amor no es un sentimiento difícil, más que nada era lo había antes y después de haberlo vivido.

Mis sueños de joven escritor se habían ido tras ella, solo había publicado dos pequeños libros de cuentos, el primero fue alabado por la critica en mi país, pero lo destrozaron en España, en Venezuela apenas y lo criticaron, los argentinos lo utilizaron de lectura para como dicen ellos, el toilette, pero en fin al segundo no le fue mejor, ni siquiera causo la gracia de que la critica se fijara en él. En fin después de perderla a ella tampoco me quedaron ganas de seguir escribiendo. Fue por eso que decidí regresar a mi país.

Los días sin verla hacían que me envenenara cada día más, cada pregunta sin contestar era un aguijón ponzoñoso que se expandía en mi piel y me envenenaba lentamente. A mis viejos amigos ya no pude volver a frecuentarlos, casi todas mis amigas estaban casadas o vivían fuera del país, de mis amigos no supe más que dos de los más cercanos, el Quique y el Rulo, habían fallecido un par de años atrás en un accidente en la carretera México- Toluca. No me entere muy tarde, solo un par de años.

La lluvia arrecio, y aparecieron uno que otro trueno, la ociosidad comenzaba a llenarme la mente de ideas macabras. Cuando el teléfono comenzó su repiqueteo. Tal vez una conversación amistosa me sacara del sopor en que me encontraba, tal vez me enfurruñara más.

Levante el auricular y comencé a caminar a través de mi cuarto, o podría decir mi apartamento, pues en verdad no era muy grande a comparación del de la Calle Lane.

-Hola ¿Eres tú?, Javier me dio este teléfono, perdón por lo del otro día , no quería que te fueras así, perdón, voy a estar un par de días en México y quería ver si podíamos vernos, prometo no quitarte mucho de tu tiempo, por favor responde.- Escuche su voz al otro lado del auricular.

- Lo siento, número equivocado.- le respondí en un tono áspero.

-Yo se que eres tú, por favor no me cortes, necesito hablar contigo, no cortes... contéstame.- comenzó a llorar.

- Tú lo quisiste así, no yo, además que quieres decirme, creo que todo lo que se tenía que decir ya se ha dicho.

- No, no todo, por favor, dame una hora para explicarlo todo.

-Bien en el café Roche, de la calle de Londres, en una hora te veo ahí.- le respondí con mi tono seco, casi llorando por escuchar su voz, quería rogarle que no se fuera, pero no podía, no podía perdonarla tan fácil.

- Estas loco, esta lloviendo.

- Quieres o no.

-Bueno te veo en una hora.- colgó

Seguía con las llaves en las manos, pero estaba demasiado cerca el café para ir en carro, así que las avente y tome el paraguas del recibidor. baje por las escaleras, pero la portera me detuvo y me entregó una carta. Había llegado esa mañana, estaba firmada por Javier, pero en ese momento no quise leerla, la guarde en mi bolsillo y camine por las desiertas calles de las seis de la tarde en un día lluvioso.

Llegue media hora antes y pedí un café americano, para entrar en calor. No entendía para que quería verme, tome un periódico de la entrada, en las noticias internacionales no había nada interesante, solo algo de un accidente cerca de mi querida Calle Lane, política, un reportaje sobre inversiones, noticias de fútbol, nada que realmente me interesara. Entonces la ví , cruzando la calle, con su gabardina café y su pelo castaño suelto como siempre, intentaba cubrirse de la lluvia con algo parecido a una revista, no se que era.

Cuando entró al establecimiento estaba empapada, pero se veía tan hermosa como el primer día. Las luces del café tintinearon por un momento y nos quedamos a media luz. Sus ojos miel hicieron una mueca parecida a la gracia, sus ojos picaros y seductores a la vez. Se acerco a mí, y platicamos como en los primeros tiempos, reímos y nos olvidamos de todos los gritos e insultos de la ultima semana en que estuvimos juntos. Ella venia con la bandera blanca y yo no pude aguantar mucho mi rencor, realmente no podía vivir sin ella.

Pasamos mucho rato en el café platicando, recordando, le pregunte si estaba muy lejos su hotel, ella me pregunto si la estaba corriendo, reí y le dije que debía de quitarse esa ropa mojada o atraparía una buena fiebre. Ella me tomó de la mano y me guío fuera del establecimiento, me pidió que la guiara a mi casa, pero parecía que conociese el camino mejor que yo.

Al llegar al quinto piso de la gran residencia que era mi departamento, ella comenzó a desnudarme de una forma vivaz y hambrienta. Abrió su gabardina y pude ver su blusa verde de que parecía más un pequeño suéter entallado, seguía tan delgada como siempre, tan bella, desabrocho mi camisa y hasta termino por quitarme el reloj. Quedamos tirados en el suelo, observándonos mutuamente, con cierta curiosidad como si fuese la primera vez, olvidándonos de las labores del amor, un segundo para recuperar todo el tiempo perdido.

Jugué con sus pezoncitos rozados, mientras la acariciaba lentamente y la tendía sobre la alfombra, intentando evitar todos los objetos del suelo. La cama estaba ocupada por montañas y montañas de cajas y ropa. Solo nos quedaba la alfombra y pronto nos hicimos un espacio entre mi desorden, como los niños que juegan en la nieve a ser angelitos. La bese en cada parte de su pequeño cuerpo, que desnudo siempre la hacía parecer más frágil, más delicada. Nos entrelazamos, más unidos de lo que nunca estuvimos en la Calle Lane.

Poco después de terminadas las tareas del amor, ella se vistió apurada y antes de que yo pudiera darle alcance, el eco de sus tacones ya había desaparecido de la escalera principal. Me vestí nuevamente y tomé las llaves del auto, confundido por lo que acababa de suceder, no había notado que en las prisas de la huída, me había llevado el periódico del café.

Subí al auto y conduje sin sentido por varias horas, la ciudad estaba casi desierta, pero las principales avenidas se discurrían en un mar de trafico, y llovía.

Regrese a mi edificio, pero me quede en el automóvil un rato esperando que la lluvia escampara, entre tanto busque alguna cajetilla en mi abrigo, no había ninguna pero en cambio encontré la carta de mi amigo Javier la cual había dispuesto leer más al rato. La abrí tranquilamente, se me hizo raro que usara el correo tradicional en lugar del electrónico, pero leí su caligrafía lenta y pausada, idéntica a su forma de ser, en ella me contaba la depresión en la que se había sumido ella, que debía de negrear a la Calle Lane, que hacía un par de días ella había intentado suicidarse, pero yo de ¿Qué era culpable? Si ella había sido la que había terminado todo, sin querer voltee para encontrar el rostro ensangrentado de ella en una de las fotos del accidente del día anterior.

Efectivamente todos los reportes apuntaban a que ella había estado ahí. Subí al apartamento, pero no podía creerlo, si un par de horas antes yo había estado con ella, no podía ser, en ese momento note el sobre que estaba sobre la mesa del recibidor, en su agitada caligrafía sobre el sobre estaba mi nombre, en el interior se leía.

La vida parecía terminar y llovía...

Continuara...